HOMENAJE
|
A MI
PADRE MANUEL ESPINOZA
GALARZA
Todos en casa te recordamos, padre. Hoy igual que hace seis años, la herida
del arrancamiento está aquí en nuestro corazón transformada en una fuente de
una grandeza que anhelamos y deseamos nítidamente.
Por recordarte, somos capaces de enfrentar los días que le ha tocado vivir a este nuestro Perú que tanto amaste. Porque amaste tanto, hoy tus siete hijos nos esforzamos en estar armonizados con el conjunto de personas que en el Perú aspiran a construir una Patria grande. Fue muy callada tu aspiración, y por ello penetró hondamente en nuestras almas otorgándonos la felicidad de luchar diariamente. Hoy, 10 de Diciembre de 2006, te rendimos el homenaje que todos los días te damos en el silencioso rincón de nuestra existencia diaria. Hoy hacemos un alto para evocar tu alma tan grande y generosa. Sembraste virtudes y nos hiciste aspirar a la radiante sabiduría. Como dice la Biblia: “Por buscarla no nos fatigaremos”. De tu mano quién sabe si Dios nos la dará algún día. Tu hija Magdalena Espinoza García. |
![]()
SEMBLANZA
por
Magdalena Espinoza García
![]()
Cuando
tenía la edad de 7 años perdió a su padre y él a esa temprana edad contribuyó
a llevar adelante a esa familia que sería regida por su madre viuda. Afrontó,
ese hogar, la muerte de dos hermanas núbiles y de algunos de los bebés, pues
fueron catorce los hermanos, de los cuales alcanzaron la adultez, siete.
No
obstante las privaciones diarias, completó su instrucción primaria en el
siempre recordado 501 y su secundaria en el Colegio San José de Jauja. Fue
instado por su madre a heredar el banco de carpintero de su padre, mas él optó
por trabajar de maestro de escuela en Aco, a 25 km de Jauja, instruyendo y
formando niños, lo que le permitió conocer por dentro a este Perú que todos
amamos. Partía de Jauja los lunes a las 4 a.m. y llegaba a las 8 a.m. a la
escuela. Los sábados partía de la escuela a las 2 p.m. encargando a su
secretario que cerrase; a las 4 de la tarde, éste lo alcanzaba, porque iba en
bicicleta. Caminaba por los caminos cargados de belleza bucólica, lo cual iba
impregnando su alma llena de fortaleza y templanza.
Ingresó
a la Universidad Mayor de San Marcos y fue alumno destacado, siempre líder de
sus compañeros que lo eligieron delegado a la Federación de alumnos de Letras
y Derecho. Egresó, y al graduarse no pensó quedarse en Lima con la facilidad
de aprovechar los adelantos de esta ciudad cosmopolita, sino que contrajo
nupcias con la distinguida dama jaujina Peregrina García Álvarez, y regresó a
la tierra propia que había conocido en todas sus deficiencias.
En
efecto, abrió su estudio y luchó por romper las deficiencias de un Poder
Judicial enmohecido en práctica rutinaria. Asumió la defensa de muchas
comunidades del Valle que estaban indefensas en la cautela de sus derechos.
Pocos años antes, en el gobierno de Augusto B. Leguía, las comunidades habían
sido reconocidas oficialmente después de un siglo de abolición. El Dr. Manuel
Espinoza Galarza tomó la defensa de estas entidades, directas descendientes
de los ayllus prehispánicos. Abogado preparado y diligente, con porfía
ganó para ellos la justicia.
Pero
imperativas circunstancias hicieron que regresara a la capital con su familia.
Mas en ella no olvidó a las comunidades y allí las defendió con ahínco, a
veces las proveía de papel sellado. Y extendió la defensa de otros olvidados.
Acudieron a su estudio los mineros de la Cerro de Pasco Cooper Corporation, que
sufrían el flagelo de la neumoconiosis. Con gran tesón y habilidad logró la
indemnización justa para tantos enfermos víctimas de este mal fatal.
Aparte
de su profesión de abogado incursionó en la docencia. Por 25 años enseñó
Matemáticas, difícil curso que él supo hacer accesible a las mentes de las niñas,
porque además de enseñar, él era ejemplo de bondad y paciencia que las
alumnas supieron valorar y absorber para
formar sus juveniles almas.
![]()
En
el área del Derecho, publicó en 1961 “Jurisprudencia peruana sobre Derecho
de Trabajo” que muestra el abuso inaudito del capital extranjero en nuestro país.
Con prólogo del Dr. Carlos Rodríguez Pastor (padre), quien afirma: “dentro
del polifacetismo de su labor profesional podría clasificársele de abogado de
las clases trabajadoras”. En efecto, desde muy temprano ese fue su empeño,
pues su tesis de grado, que fue mandada publicar por excelente, se titulaba
“El contrato de Trabajo”.
Manuel
Espinoza Galarza entendió desde joven que el Perú necesitaba para su progreso
del aporte de todos los peruanos: desde el habitante más humilde, analfabeto
tal vez, para llevar adelante al país. Y tenía la seguridad que el hombre del
Ande era un factor positivo en esta tarea. Esas faenas colectivas que describe
con entusiasmo, esas costumbres ejemplares y bellas como la jija son rezagos de
la sin par cultura aborigen, incaica, que pervive en los pueblos olvidados.
Desde ellos brotará la fuerza que engrandecerá el Perú para un cumplimiento
del sueño de tan ilustre jaujino.
Admirador
constante de la energía pujante del trabajo colectivo de los campesinos del
Ande, cifraba todas sus esperanzas en ellos para levantar un Perú grandioso.
Por tal motivo, su estudio de abogado estaba abierto a las comunidades
campesinas descendientes directas del ayllu prehispánico que fue la célula
primordial en la organización del Tahuantinsuyo.
Se
graduó de abogado en 1932. Hacían pocos años que el Presidente Leguía había
reconocido oficialmente a las comunidades, institución que había sido abolida
100 años atrás; sólo era requisito que tuvieran títulos. Por eso, cuando
abre su estudio en su querida tierra Jauja, multitud de comunidades del valle
fueron defendidas con acierto, habilidad y pasión. Por su tesón, por su
convicción, esas comunidades renacieron pujantes gracias al acendrado amor que
tuvo a estos peruanos de los campos, tan olvidados y poco comprendidos. Tengamos
la certeza de que los peruanos campesinos hallarán el camino propicio en la
construcción de nuestro Perú.
Defendió
también a los mineros que trabajaban para la Cerro de Pasco Cooper Corporation,
y que eran víctimas de la enfermedad de la neumoconiosis contraída en los
socavones de las minas. Logró con su pericia en el Derecho la indemnización
respectiva. Resumió estas experiencias en el libro “Jurisprudencia Peruana
sobre Derecho de Trabajo”.
La
vocación de maestro que poseía Manuel Espinoza Galarza la ejercía todo el
tiempo: con sus familiares, con sus alumnas y alumnos, con su clientela. Ansiaba
transmitirle el saber que poseía: tanto el fruto de sus estudios como aquella
sabiduría de la vida enfocada siempre a las más altas aspiraciones. El amor al
Perú, el amor a la cultura andina, eran sendas columnas que sostenían sus enseñanzas.
Lima,
15 de agosto de 2013
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario